Sobre la textura de las manos

Hace algunos años, y en distintos contextos, tuve la oportunidad de estrechar las manos de un ex presidente de la República y de una candidata a la primera magistratura del país.

Durante la primavera de 1998, Gladys Marín Millie realizó distintas actividades a lo largo de Chile, las cuales estaban enmarcadas en su reciente proclamación como candidata a la presidencia de la República. Tuve la oportunidad de participar en una gran manifestación realizada en el añoso Fortin Prat de Valparaíso. Recuerdo que el ambiente era absolutamente festivo, lo cual es lo típico y esperado en actos como este. Luego de los discursos de rigor de algunos dinosaurios del Partido Comunista, hubo una presentación artística donde no faltaron las expresiones de canto, teatro y danza. Al final y con un Fortín Prat repleto se entonó la también añosa “venceremos”, canción que fuera el himno de la antigua Unidad Popular.Cuando ya me retiraba del lugar, de pronto me encontré en el pasillo de salida del gimnasio con cientos de otras personas, las cuales esperaban la retirada de Gladys desde el gimnasio.

Por esos azares del destino, de pronto frente a mí se detuvo la menuda presencia de aquella mujer quien junto a Sara Larraín fueran las primeras mujeres en aspirar a la presidencia de la República. Se detuvo frente a mí y me ofreció un apretón de manos increíblemente firme para el tamaño y delgadez de su cuerpo. Mi miró a los ojos y lo que pude ver fue una convicción y aplomo tan grandes que no pude hacer menos que sonreír, demostrar mis respetos y desearle suerte en la empresa en la que se había metido.

7 años después, ya instalado en Antofagasta, tuve la oportunidad de asistir a la inauguración de un parque en la costanera de la ciudad. En aquella ocasión, la ceremonia estaría presidida por el mismísimo Ricardo Lagos Escobar. Recuerdo un día de sol con un calor húmedo muy propio de la ciudad. Todo estaba impecable, las bancas recién pintadas, los postes de iluminación pulcros y sin ninguna mancha de estiércol de ave. Al llegar al acto, Ricardo Lagos dio un pequeño, pero entusiasta discurso en el cual no estuvieron ausentes las declaraciones políticas del momento.

Recuerdo que el tipo manejaba muy bien el rol de Presidente, pues tenía un dominio notable de las cifras económicas y una actitud de liderazgo no vista antes en Aylwin ni en Frei. En cuando el acto terminó, el líder de la nación se retiró de manera rápida, no sin antes pasar por al lado de donde me encontraba, saludando a los que estábamos ahí. Ante la situación, aproveché de saludar al Presidente esperando un saludo digno del estadista que el año anterior declaraba de manera apoteósica la oferta de “relaciones aquí y ahora” a su par boliviano.

La mano de Ricardo Lagos Escobar era fría, blanda en extremo y suave como una teta de monja. El saludo que me dio fue lo que en lenguaje corporal se conoce como “mano de pescado”, un tipo de saludo que es sinónimo de rechazo, desconfianza y asco.

Quizá eso del lenguaje corporal no sea algo tan desacertado.

Busco una explicación….la invento.

Me imagino a la Gladys, entrando y saliendo del país de manera clandestina en los años más oscuros de los 80’s, organizando o llevando a cabo sus ideas en una dictadura que no terminó en 1990, sino que siguió de manera velada algunos años más. Me la imagino y la recuerdo en la TV aguantando los chorros de los guanacos en la cara y peleando en su ley por lo creía justo. Quizá esa forma de vivir, luego de años de persecuciones, dolores y peleas, hicieron de sus manos una extensión de un alma curtida, golpeada, pero orgullosa y aplomada.

Me imagino a Ricardo también luchando, siendo perseguido y exiliado. Me lo imagino consensuando la salida de la Dictadura, quizá la única forma de lograr que Pinochet entregara el cargo. Me lo imagino en la moneda recibiendo las facturas políticas de todo tipo, las cuales debían pagarse de alguna manera. Lo imagino administrando un sistema económico nefasto, pero inevitable para Chile. Me lo imagino machucado poco a poco por el poder, el dinero y las cuentas por pagar a los “socios”.

Quizá ahí está la explicación a la blandura de sus manos, quizá el poder descompone de manera sutil y silenciosa las carnes de quien lo posee, las vuelve laxas, corruptas y terminales. Quizá por eso hay personas como Gladys, que nunca llegaron al poder, pues no daban el ancho….. eran demasiado grandes para merecer ese castigo.

Sobre Evangélicos, Sindicatos y Psicólogos

Algo conozco sobre el rubro de la comida China.

Durante el invierno y primavera de 2005, trabajé como garzón en un distinguido restaurant de comida cantonesa en Antofagasta, el cual se encontraba en plena calle Washington, entre las avenidas Sucre y Bolívar, una ubicación totalmente central, adyacente a plaza Colón y contigua a los cuarteles generales de la antiguamente nombrada Policía de Investigaciones de Chile (ahora PDI).

Aquel comedor de comida asiática llamado “Rincón Oriental”, era unos de los pioneros de su rubro y abrió sus puertas justo cuando la Minera Escondida comenzaba sus primeras faenas, suceso que de alguna forma cambió el estándar de consumo de alguna parte de la población. Según su dueña, quien bordeaba los 60 años, y quien venía desde el agro chino, los primeros años de vida del negocio habían sido extraordinarios, siendo una muestra inequívoca de esa declaración, el edificio de 5 ó 6 pisos donde ahora se encontraba el restaurant, y cuya moderna arquitectura y construcción habían sido financiadas de manera íntegra con las ventas del negocio.

En aquel tiempo, aún el local conservaba gran parte del prestigio de antaño y era considerado dentro de los “imperdibles” de la gastronomía local, aún y a pesar de la cruda competencia de locales de mayor presupuesto y cuyas siutiquerías importadas en gran medida desde Santiago, actualizaban el panorama de una ciudad que poco a poco crecía bajo el alero de la ingente industria de la extracción de minerales.

Yo era un completo neófito en el oficio de garzonear, por lo cual de manera rápida y diligente, tuve que actualizar mis habilidades para sobrevivir en un rubro donde hay que ser lo suficientemente avispado para no ser víctima de un perro muerto, semi atleta para aguantar una jornada de 8 horas subiendo y bajando escalas desde la cocina hasta el segundo piso con bandejas llenas de platos servidos y calientes, y afable para soportar a todo tipo de comensales, muchos de los cuales tenían el bolsillo y traje de un gerente y la forma de ser, similar a la de un guarén en celo. Para muestra, tres botones.

a) Unos evangélicos

Aquel día llegó un culto evangélico formado por cerca de 20 personas, las cuales ocuparon el salón “E”, el cual era un salón privado que contaba con todas las comodidades posibles. A la cabeza de la mesa se plantó el pastor quien lucía un impresionante y elegante terno de casimir azul, cuyo valor yo calculaba en esos años en $ 200.000.-. A su lado se sentó la esposa, quien era una vieja sacada de un catálogo de lencería para mujeres de 40 años o más. Un largo, liso y oscuro pelo negro, contrastaba con su blanco cutis y unos tremendos ojos verdes que podían encandilar a cualquiera a 10 metros de distancia. La pareja mostraba y demostraba una innegable posición social alta y distinguida, la cual fusionaban con una insoportable soberbia a la hora de pedir el menú y los bebestibles. Los demás compañeros de mesa eran de extracción social muy humilde, lo cual quedaba en evidencia al comparar la vestimenta de éstos pues, mientras los líderes del culto parecían conductores de noticias de los 80’s, los demás mostraban unos trajes brillantes por el cebo acumulado por los años en el caso de los varones y unas largas faldas grises sumadas a blusas amarillentas de tanto lavado anterior en el caso de las damas. Luego de los rezos y cánticos carismáticos de rigor, vino una gran cena, donde no escaseó nada. Al momento de solicitar la cuenta, me pude percatar que la famosa comida sería pagada entre todos los presentes en partes iguales. Nunca hubo un gesto, una ayuda por parte de los líderes que evidentemente tenían más recursos que sus feligreses, quienes de manera incuestionable, estaban ahí con suerte para pagar su parte y poder pagar la micro de vuelta. El encargado de reunir el fondo fue el pastor, quien dejó a mi haber la extraordinaria propina de $ 0.-Antes de retirarse aquella pequeña tribu, su jefe se dirigió a mi, con una voz digna de un ángel al servicio del altísimo, pero con papas calientes en la boca: – muchachito por favor guárdame esos arrollados primavera que me los llevo a mi casa y no es bueno botar la comida que nos da el señor.

b) Un sindicato

Era un martes a eso de las 13:00, cuando llegó al restaurant un grupo de unas 25 personas, todas muy ruidosas y vestidos todos de manera igual, pues estaban ataviados con camisas y pantalones color caca de guagua. Ocuparon el salón más grande del local, el cual quedaba en el tercer piso. Eran parte del Sindicato N° 1 de Minera Escondida.Al llegar, solicitaron que fueran atendidos por lo menos por 3 garzones, pues tenían poco tiempo y debían estar a las 15:00 en una reunión de importancia. La dueña del local aceptó la solicitud, pues seguramente sería una venta de importancia, lo cual para un día de semana era extraordinariamente bueno.El grupo era liderado por un par de señores que bordeaban los 50 años, y quienes no paraban de hablar de negociaciones y de que si los weones no aceptaban las demandas paraban la mina y quedaba la cagada. Los demás invitados asentían con la cabeza gacha, mientras se zampaban los wantanes, los umai, los trozos de cerdo cantonés rebozado en masa y los chapsui de camarón ecuatoriano. En realidad la conversación era un diálogo cerrado entre los cabecillas de la tropa, quienes trataban de mierdas y vendidos a algunas gentes que obviamente no comulgaban con el proceso de negociación que ellos lideraban.Luego de más de una hora, solicitaron a mi persona la cuenta la cual ascendió a $ 155.600.- (aún lo recuerdo).

Al llevarles el valor, se paró uno de los líderes y me dijo que necesitaban factura, ante lo cual lo llevé a la caja para realizar el trámite. En el transcurso de toda esta comida, yo y los otros dos garzones, sacábamos la cuenta que cuando nos darían por atenderlos de manera exclusiva. Bernabé, quien era el garzón más viejo pensaba que sería un mínimo de 10 lucas (tres lucas para cada uno y la sobrante al azar), yo decía que nica, que debido al monto dejarían 5 lucas a cada garzón. La verdad es que la propina fue de $ 800 en monedas de 100 y 50 pesos.No pude ocultar la cara de culo, cuando me pasaron las monedas, por lo que supongo que el líder de ellos sintió que nos debían una explicación, la cual fue la siguiente: cabrito disculpa lo poco, pero no tenemos ni uno ahora, estamos en plena negociación colectiva con la minera.

c) Un psicólogo

Esto sucedió un día domingo, el cual era por lejos el mejor día de la semana en cuanto a propinas. (más menos $ 15.000). Yo estaba recién en mi segundo mes de trabajo y me tocó atender a un prestigioso psicólogo de Antofagasta de quien sólo nombraré las iniciales para no revelar su identidad. Su sigla es P.R. (P de Petar + R de Radic).Este descomunal profesional de la salud mental, era un cliente habitual del Rincón Oriental, pues iba al menos una vez por semana. Luego de varios días en que lo vi llegar sin tocarme como cliente, aquella jornada tuve el placer de atenderlo a él y a la que mi imagino era su familia.Se ubicaron en la mesa central del segundo piso, la cual tenía una bonita bandeja giratoria al centro y la cual alcanzaba para 6 u 8 personas. Todo comenzó bien, pues pidieron lo de costumbre, es decir, los típicos wantán, arrollados de primavera y empanadas de camarón. Luego de esto comenzaron a pedir de a poco los platos pues no todos tenían decidido que comerían. Este detalle no sería tan importante, a no ser, por que la cocina estaba en la planta baja y que cada pedido significada caminar, subir y bajar escaleras equivalentes a unos 30 metros por viaje. Luego de unos 15 viajes, empezó el problema de las bebidas gaseosas, pues al parecer no entendían que éstas debían pedirse todas juntas y no de a una. Toda esta situación fue monitoreada de manera prepotente y bulliciosa por P.R., quien me decía cada cierto rato que, él era uno de los clientes más antiguos y que conocía a la dueña en persona. Ante mi total falta de respuesta a sus reclamos, me pregunta si yo no sabía quien era él, ante lo cual respondí con un sólido no. Hasta ahí llego la comida dominical, con una cuenta voluminosa y con dos monedas de $ 100 tiradas sobre las servilletas de género de la mesa a manera de propina.

Años después super que el famoso P.R. fue funado por un grupo de jóvenes por colocar en su publicidad de las páginas amarillas que entre otras cosas el podía curar la homosexualidad.

La expulsión

I

Sucedió durante los primeros amaneceres del antiguo cielo, ese del cual quedan sólo los rumores inscritos y desgastados en piedras tan antiguas como el mundo.

En aquel tiempo el firmamento era distinto al de hoy, la bóveda del cielo albergaba las danzas planetarias de otros astros y potestades cósmicas, en una configuración tan diferente a la actual, que el sólo imaginarla significa un terremoto sobre las ideas insertas en las modernas mentes actuales.

La vida de los primeros humanos, transcurría bajo la mirada atenta de un enorme, omnipresente y primitivo Sol enano, el cual se encontraba en perfecta alienación polar hacia el hemisferio norte de la Tierra. En armoniosa compañía con el antiguo rey de los cielos, y girando en una hermosa espiral ascendente hacia el centro de la galaxia, se encontraban Venus y Marte como fieles compañeros de una Tierra distinta y desconocida para el saber actual.

A la distancia, en un punto lejano y helado del firmamento, era posible distinguir una pequeña estrella de luminoso y tibio color amarillo, la cual miraba desde la lejanía del espacio vacío, el desarrollo de nuestros ciclos y edades, bajo el arcaico reinado del primer Astro Rey.

El tiempo transcurría sobre un nebuloso cielo púrpura sin fin, en el cual los días y noches eran casi idénticos, y en donde el desarrollo de la vida florecía en equilibrio total. Los asentamientos de aquellos primeros humanos, poco a poco se fueron multiplicando por todo el orbe, en distintas latitudes y longitudes, hasta que la era del hombre comenzó.

II

Loïc, quien era el Rey del antiguo país de Albión, llevaba días sin poder dormir de manera normal. Sus sueños, los cuales siempre se desarrollaban de manera vívida y terrible, lo llevaron a consultar a todos los hechiceros de la tribu para buscar alguna explicación a los enigmáticos mensajes que la inconciencia le enviaba.

Los sueños de Loïc comenzaban siempre de la misma manera, viéndose a sí mismo sentado en una alta montaña, la cual estaba ubicada en el límite norte de sus dominios. Mientras frías brisas rodeaban su cara, podía distinguir desde lejos los vastos terrenos que estaban bajo su poder.

Luego de una silenciosa calma, dos espectros aparecían en el cielo. El primero de un fuerte color púrpura, provenía del norte polar a toda velocidad en dirección al centro de la atmósfera, mientras que el otro, de un prodigioso color dorado, venía desde el infinito lejano a velocidades difíciles de describir. A cada segundo que pasaba, las entidades se acercaban la una a la otra de manera vertiginosa e inevitable, transformándose en el trayecto en sendos e impresionantes dragones, los cuales llegaban a ocupar todo el firmamento visible.

Ambas bestias se batían siempre en una lucha tan colosal y titánica que hasta los cimientos mismos de la Tierra eran conmocionados a más no poder. Eran batallas por la supremacía del cielo, en la cual dos energías inconmensurables libraban luchas a muerte, sin tregua posible.

Loïc aterrado ante tal espectáculo, corría despavorido a buscar a su esposa Nolwenn y su hija Mahé, las cuales se encontraban espantadas e inmovilizadas como todos los habitantes las tierras del sur de Albión.

Luego de muchas horas de fuego y explosiones en el antiguo cielo del mundo, el dragón dorado siempre vencía al púrpura, no sin antes realizar un estallido que estremecía el centro mismo de la Tierra, provocando toda clase de cataclismos, los cuales borraban de la faz de la Tierra a todo ser viviente. Es ahí, con Loïc viéndose a sí mismo abrazado a su familia esperando la muerte, que despertaba cada noche con la misma sensación de angustia y terror por el horrible sueño acaecido.

III

Consultados todos los adivinos y magos en más de una ocasión, la repuesta fue siempre la misma:

El fin de los tiempos se acerca y está pronto a ocurrir. Ante tan desalentadoras noticias, Loïc comenzó a deambular durante días y noches completas por los verdes territorios adyacentes a los blancos acantilados que limitaban con las gélidas aguas del oriente.

Al no encontrar la forma de poder proteger a su reino y familia, Löic decidió buscar a una ancestral criatura que vivía en las tierras altas del Beinn Nibheis.

Esta entidad cuya edad se perdía en la memoria de los siglos, mucho tiempo atrás había sido una gran aliada del reino, pero ahora, sólo rumorear el nombre de Frigg, era castigado con el destierro o la humillación perpetua.

Tal prohibición, tenía su génesis en la maldición lanzada por la entidad sobre los antiguos patriarcas de Albión, quienes hacía 200 años, y mientras libraban una terrible guerra contra los reinos de ultramar, hicieron un pacto de lealtad con Frigg para poder vencer a sus enemigos. Ésta ayudó a los antiguos guerreros de Albión, batalla tras batalla mediante el uso de ocultos y olvidados portentos sobre la materia, las almas y el éter, los cuales permitieron que pudieran derrotar a sus rivales de manera rápida e inapelable.

La alianza entre los antepasados de Löic y Frigg, resultó en gran algarabía una vez terminadas las hostilidades, pero la avaricia, el miedo y los celos de los vencedores, hicieron que éstos quisieran encerrar y esclavizar para siempre a su aliada, quien en tremendo ataque de ira destruyó prácticamente todo el país de los traidores. Desde ese momento y para siempre, Frigg se alejó del contacto humano, a quienes consideraba una plaga no digna para ser los dueños de la Tierra.

El actual Rey del país del Albión, decidió ignorar 200 años de advertencias, y partió en busca de la antigua aliada.

IV

Para Loïc y su gente, llegar a la morada de Frigg, comprendía un desafío de proporciones, pues era necesario realizar una caminata de al menos cinco días bordeando la helada costa del territorio, hasta llegar a un nemetón o bosque sagrado, el cual sólo los dejaría entrar si su voluntad lo permitía. Debido a la desesperación por encontrar una esperanza a su desvelada alma, preparó una expedición con los 5 mejores guerreros del reino, los cuales lo acompañaron en la odisea de dar con las respuestas que esperaba.

A poco andar, Loïc pudo percatarse que la travesía sería posiblemente sin retorno, pues las bestias dispersas por los llanos de Albión, en cuanto veían a la patrulla de guerreros, comenzaban a acecharles de una manera tan violenta e ilógica que, sólo podía ser obra de los poderes de Frigg y sus pocas ganas de que humanos fueran a molestarla.

Durante el trayecto, dos de los guerreros perecieron debido a ataques de bestias, uno fue arrastrado por un repentino y violento tornado y otro pereció ahogado en un riachuelo que de pronto se transformó en un caudaloso y violento río. Sólo Loïc con su guerrero más fuerte fueron capaces de llegar a las puertas de la morada de Frigg, en el borde de un bosque obscuro y antiquísimo. Mientras ambos hombres permanecían de pie, en posición de combate esperando alguna señal de la antigua entidad, no se dieron cuenta que de manera rápida y silenciosa, las raíces de los árboles del nemetón comenzaban a horadar el suelo bajo sus pies, de modo que en cuestión de segundos fueron apresados e inmovilizados en una cárcel de raigones y tubérculos de toda especie. Cuando ambos desafortunados hombres estuvieron reducidos a un par de presas indefensas y asustadas, apareció Frigg en medio de la espesura del bosque, proyectando una imagen poderosa, hermosa y aterradora.

Mientras avanzaba hacia ellos, los troncos y ramas de los árboles comenzaron inmediatamente a florecer y a tomar formas de todo tipo. Alrededor de la entidad, se podía observar un halo de intenso color verde azulado, así como también destellos de una misteriosa energía que iluminaba todo a su alrededor.

– Que quieren de mí, raza de traidores – Habló Frigg sin abrir la boca.

– Hemos venido por ayuda-, exclamó Loïc, ya casi desvanecido por la presión que hacían sobre él, las cientos de raíces apretando su torso.

– Tú sabes bien, que al venir acá has firmado tu sentencia de muerte – continuó la entidad.

– Si mis temores son reales, tú también estás condenada a morir-, concluyó un moribundo Loïc.

La última frase hilvanada por el Rey de Albión, sorprendió a Frigg a tal punto, que decidió alargar un poco la vida de las dos miserias humanas que tenía en su poder, con el fin de poder entender, cuál era la razón por la cual habían expuesto sus vidas a las desventuras por molestarla en su exilio de 200 años.

V

Cuando despertó, Loïc sentía su cuerpo entumecido por el dolor y el cansancio provocados por los días de caminatas, los ataques de las bestias y la recepción de Frigg. Mientras abría los ojos, se percató que la antigua aliada de sus ancestros se encontraba en la misma habitación observándolo fijamente.

– ¿Qué pasó con el guerrero que me acompañaba?- preguntó el Rey de Albión.

– Ha sido enviado devuelta a su hogar sano y salvo – confesó la  anfitriona.

– Lo agradezco – asintió Loïc.

– No te esfuerces en ser cortés conmigo Rey de traidores- respondió Frigg.

Si he permitido que sigas con vida, es por la advertencia que hiciste antes de desfallecer en el bosque. He entrado a tu limitada mente humana y he visto tus miedos y aflicciones, he visto tus sueños y a aquellos terribles dragones que luchan en el cielo. Al parecer la conmoción del cosmos también pueden sentirla ustedes, los humanos.

Loïc ante lo dicho por Frigg, sólo pudo preguntar si es que ella sabía que significaban todos éstos fenómenos.

-Es extraño- confesó Frigg.

Desde hace un tiempo, han comenzado a aparecer señales en el cielo y en el éter que nos rodea. Hay destellos desconocidos en firmamento, los cuales han ido en aumento sin cesar; estos destellos se presentan en formas de relámpagos de fuertes colores, y los que atraviesan toda la bóveda en cuestión de segundos. Cada ser vivo de este mundo, también ha experimentado de alguna manera estas señales. Las bestias del mar se encuentran totalmente desorientadas, nadando por lugares extraños e inhóspitos para ellas. Las aves del cielo no se atreven a viajar grandes distancias, pues saben que no llegarán a destino. Las bestias de los llanos no paran de atacarse mutuamente sin razón aparente. Nosotros, los Antiguos de esta Tierra fuimos los primeros en saber que algo extraño pasaba, pues nuestros espíritus comenzaron a agitarse como nunca antes había sucedido.

– ¿Nosotros?, ¿hay más como ustedes acaso?, preguntó Loïc.

Frigg miró a su prisionero de manera dura y despectiva.

– Ustedes los humanos, en su pequeña grandeza, creen que esta tierra siempre ha sido y será vuestra- contestó una molesta Frigg.

– Así como yo, hay otros seres en este mundo, los cuales existimos desde hace miles, quizá cientos de miles de años. Hemos visto el nacimiento y muerte de innumerables razas y linajes de todo tipo, así como también hemos sido testigos del nacimiento de montañas y la muerte de océanos completos. – continuó Frigg.

– ¡Entonces deben saber lo que está pasando ¡- inquirió un desesperado Loïc.

Frigg miró a Loïc con una expresión que ya no era desprecio, sino más bien desolación.

– Nosotros, Los Antiguos de esta Tierra, con todo lo que hemos visto y todo lo aprendido por eones de años, no sabemos cual es el motivo de tanta conmoción. Esto para nosotros es nuevo al igual que para ustedes. Al parecer el cielo nos muestra que a pesar de nuestra naturaleza, al igual que ustedes los humanos somos ignorantes e insignificantes en comparación con las potestades cósmicas. – sentenció Frigg.

Desde ese momento Loïc ya no fue más el prisionero de Frigg, pues más bien se transformó en una especie de compañero, con el cual intentó por todos los medios comprender el significado de los ya a esas alturas innegables fenómenos del firmamento.

VI

Y así pasaron los días, las semanas y los meses, en una especie de eterna espera, durante la cual las señales del inminente suceso no pararon de suceder y aumentar. De igual manera, los sueños de Loïc, se fueron haciendo cada vez más vívidos y terribles.

Hasta que durante un sueño ocurrió la revelación.

Como de costumbre se encontró sentado en lo alto de la montaña que delimitaba sus dominios, pero esta vez Frigg lo acompañaba de manera silenciosa y expectante. De pronto y como se había repetido tantas veces, aparecieron los dragones violeta y dorado y comenzaron su lucha sin cuartel.

Mientras se desarrollaba la campal batalla, desde la lejana estrella amarilla que era el hogar del dorado dragón, llegó un ser de evidente divinidad, el cual proyectaba una esencia poderosa e inquietante. Este ser, quien se puso frente a los testigos de la batalla celestial se dirigió a ellos con una voz silente pero inmensa y dantesca.

– Ustedes deben ser los guardianes de esta parte de la Tierra-  exclamó la entidad ante unos atónitos anfitriones.

– Quién eres – preguntó un asustado Loïc.

– Mi nombre es Sigel y soy el emisario que tiene por misión explicar a ustedes el inevitable futuro que se avecina – contestó la entidad.

– Este no es uno más de tus sueños Rey de Albión, de hecho este sueño lo compartes con Frigg a quien traje desde su propio mundo onírico para que escucharan en conjunto lo que tengo que decirles.

VII

La siguiente, fue la revelación que Sigel.

Lo que ustedes ven en el cielo, es una batalla por el dominio de este pequeño rincón del Universo.

El dragón violeta representa la energía del Astro Rey de este planeta, el cual es aquella enorme estrella púrpura que yace inmóvil desde la eternidad sobre el polo norte. La energía púrpura se encuentra en estos momentos en lucha con la poderosa energía dorada de la lejana estrella amarilla de donde provengo. Este combate tiene un solo resultado posible, el cual me imagino que han visto en todos sus sueños anteriores.

– El dragón dorado vencerá – murmuraron Loïc y Frigg.

– Así es – respondió Sigel.

El desenlace es inevitable, vuestro Sol actual será expulsado hacia los confines del espacio y vuestra Tierra tendrá un nuevo regente, lo cual significará una nueva era para toda la vida de esta gota cósmica que es su hogar.

Cuando suceda el evento final de la batalla, esta Tierra y todos sus mares, montañas, ríos y mesetas, serán conmovidos de una forma que no es posible de explicar en vuestros idiomas. Es por eso que he venido a explicar que es lo que deben hacer si es que quieren que sobrellevar este terrible destino.

– Pero…por qué sucede esto… – exclamó Frigg

– Yo y otros como yo, estamos acá en este mundo desde hace miles y miles de ciclos, pero jamás nadie nos avisó de este terrible suceso.-

– Es que ustedes, los que se hacen llamar Antiguos, no sobrevivirán a los sucesos que vendrán, por lo menos no de la misma forma. – continuó Sigel.

En ese momento es cuando Frigg se levanta de manera instantánea e intenta tomar entre sus manos a Sigel, quien usando un poder inconmensurable, paraliza a Frigg sólo fijando su mirada en ella.

– Detente en este instante exclamó un furibundo Sigel- no eres rival para mi ni para nadie de mi estirpe. En ese momento Frigg entendió que no había posibilidad alguna de torcer un destino que ya estaba delimitado.

– Qué debemos hacer Sigel, preguntó un cabizbajo Loïc.-

Sigel continuó.

Queda poco tiempo, por lo cual seré breve.

Tú Rey de Albión, tomarás a tu mujer, a tu hija y irás a la parte más alta de la montaña Beinn Nibheis, ahí te acompañarán 12 familias más las cuales llegarán por sus propios medios. Tú serás su líder y el encargado de comenzar de nuevo con la vida.

Ustedes deberán construir bodegas donde guarden sus semillas y recolecten a los animales que puedan proteger.

Frigg será quien los ayude a sobrevivir las terribles condiciones que les esperarán durante los primeros años del nuevo tiempo. Para cuando los descendientes de Loïc hayan llegado a la vigésimo quinta generación, Frigg será disuelta en la naturaleza del mundo. Esto es necesario pues el destino del hombre es ser quien gobierne esta Tierra y los seres antiguos como Frigg no podrán soportar este reinado.

Al igual que en este lugar, alrededor de todo el mundo hay emisarios como yo, dando este mismo mensaje a otros guardianes y a otros antiguos, por lo que la sobrevivencia de la vida está asegurada.

VIII

Luego de un silencio estremecedor, Loïc preguntó cabizbajo y con los ojos henchidos por las lágrimas:

– ¿Por qué? Sigel.

Sigel contestó:

Cada forma de vida en este y en todos los mundos, está supeditada a otra mayor. Esa es una regla del Universo que es imposible de contradecir. Todos estamos expuesta a ella.

Cada trozo de materia tiene vida, ya sea una piedra, un animal, un humano, un antiguo, una montaña, un planeta o una estrella. En estos momentos hay una lucha afuera, una gran batalla entre su antigua estrella y mi poderoso hogar dorado. Ustedes están al medio y están en la misma posición de los granos de arena de una playa durante una batalla campal entre dos ejércitos poderosos.

Su única misión es sobrevivir, multiplicarse, alimentarse y alimentar a los que están por encima de ustedes.

Dicho esto último Sigel se despidió de sus oyentes, los cuales despertaron de manera inmediata.

IX

Un sentimiento de tristeza invadió al Rey de Albión y a la ahora su protectora, la antigua Frigg.

Sin mediar mucho tiempo ambos siguieron las instrucciones del emisario de la dorada y amarilla estrella. Cuando llegó el tiempo del cambio, una tremenda explosión cubrió la totalidad del cielo, apareciendo diferentes formas de impulsos eléctricos como rayos surcaron de lado a lado la bóveda del firmamento de la antigua Tierra. Luego sucedió lo más aterrador, pues el antiguo Sol comenzó a alejarse de manera vertiginosa hacia la oscuridad del espacio, no sin antes destruir prácticamente todo rastro de vida sobre la Tierra.

El nuevo Sol amarillo se mostró ocupó su nuevo lugar de manera impresionante y omnipresente. Esta nueva era fue tremendamente dolorosa para los sobrevivientes del antiguo mundo pues debieron re construir todo lo que la gigantesca batalla cósmica había derrumbado.

Tal cual como lo dijo Sigel, fue gracias a Frigg y a los otros antiguos que los hombres pudieron sobrevivir y cuando nació el primer bebé de la generación número 25, los antiguos desaparecieron para siempre de la faz de la nueva Tierra. 

El Amarre

Relato encontrado en cuaderno olvidado dentro de bus intercomunal Quilpué – Viña del Mar.

Poco después del ataque a las torres gemelas del 11-S, quizá cerca de octubre o noviembre de aquel aciago año 2001, tuve por cerca de tres semanas un incómodo y detestable padecimiento, provocado por un lumbago que hizo casi imposible, la que por entonces era una nocturna y bohemia vida de músico.

El acarreo en micro de amplificadores e instrumentos musicales, sumado a unos zapatos de suela muy bonitos, pero para nada anatómicos, hizo que el nervio ciático sufriera un proceso de inflamación tan brutal y repentino, que cualquier actividad por básica que fuera, significara un dolor punzante e imposible de ignorar.

Aquellos años fueron ruidosos y extraños.

Las aventuras con un entrañable grupo de amigos, hizo de aquel tiempo un período relativamente soportable en medio de varios sucesos poco afortunados, entre los cuales se encontraba por un lado mi crónica cesantía formal y por el otro, una especie de maleficio, el cual me acompañó por varios meses de manera acechante.

Hacía un tiempo ya, que una antigua relación amorosa había terminado de manera no precisamente amigable. Aquel término, fue uno de esos episodios, donde no sabes si es verdad lo que ocurre, o si lo que pasa es parte de una película que alguna vez viste, y que ahora vives de manera real. El caso es que, a pesar de todo el dolor sufrido y sólidamente superado, y además de haber pasado un tiempo razonable desde aquella ruptura, no era posible para mí, poder entablar algún tipo de interacción con alguien…de ningún tipo.

Aquel entrañable grupo de amigos nombrado anteriormente incluso comenzó a decirme “el zapato de muerto”…nunca entendí bien el porqué.

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La vieja Renata, era una señora que vendía completos muy cerca donde yo vivía. Era una mujer humilde y afable, pero a la vez hermética y misteriosa. En el barrio, se decía de ella que practicaba todo tipo de mancias oculta, que era componedora de huesos y que además adivinaba el futuro.

Como hasta ese momento no me llamaban la atención las proezas esotéricas de nadie, no analicé los supuestos dones de Doña Renata, y con un hambre feroz me dirigí aquella tarde, con mi ya insoportable lumbago a comprar un completo palta mayo, y así poder para pasar una primaveral tarde de cesantía en alguna banca del lugar.

Cuando entré al local, Doña Renata miró fijamente a mis ojos y dijo que quizá fuera más prudente comer un completo después de arreglar todo lo malo que mi aura mostraba. La sensación de un falso escalofrío recorrió mi espalda, ante lo cual sólo pude decir:

— Renatita, no entiendo nada de lo que dices—

— ¿Te duele la espalda verdad ?, continúo una inquietante dueña de fritanguería —

— Mucho, desde hace semanas, confesé —

— Mira cabro huevón, tu entraste con una muy mala energía a mi local y eso no me sirve para nada, así que haces lo que te digo o no vuelves a entrar ni a comer completos acá ­— , rugió la patrona.

Ante mi sorpresa, la señora cerró el local conmigo dentro, y fue a buscar una serie de cosas impensadas e inverosímiles, entre las cuales estaban:

  1. Un viejo recipiente de loza esmaltada.
  2. Papel de diario.
  3. Limones cortados en cuartos.
  4. Velas
  5. Fósforos

­— A parte de tu espalda, que cosa rara te ha pasado últimamente ­— inquirió la mujer que hacía 10 minutos preparaba completos y que ahora preparaba alguna especie de ritual chamánico.

Procedí a explicar el tema del zapato de muerto.

Doña Renata, me miró nuevamente a los ojos, pero esta vez riéndose. No entendí el porqué.

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— Siéntate en esa silla y mete los pies sin zapatos ni calcetines en la palangana— ordenó la Doña.

En retrospectiva, debo confesar que en ese momento me sentí como un Constantine Kuma queriendo entrar al inframundo.

Luego de unos extraños rezos, se me ordenó salir del recipiente metálico. Luego de esto la hechicera tiró papel de diario enrollado dentro y comenzó a quemarlo delante de mí.

Pasado unos minutos, y cuando el fuego ya se había extinguido, me mira fijamente y me indica que le dijera que es lo que veía en el papel carbonizado.

— Papel quemado — respondí.

— Ojos para ver, oídos para oír — exclamó ella de manera enérgica, pero silenciosa.

— Tu herramienta está doblada, tomada y neutralizada, por eso no puedes conocer a nadie más, te han hecho un terrible amarre — sentenció.

Mi quijada cayó al suelo y rebotó tres veces antes de hilvanar palabra alguna.

— Sé que no me crees ­— murmuró ella

— Pero acuérdate de mí, este amarre de mal amor, ha sido desatado desde este instante, ya verás que es verdad. —

— No sé que decir Doña Renata, en realidad….­—

— Cállate y si quieres agradecer, cuando te des cuenta del favor concedido, ven y comprame por lo menos 10 completos.

Salí del local de comida rápida, con una extrañísima sensación y pensando en todo lo vivido durante los 20 minutos que duró aquel extraño ritual esotérico, mientras caminaba ya sin dolor de lumbago y con un completo palta mayo a medio comer.

Todo esto hubiera sido sólo una anécdota bizarra y quizá chistosa, pero resulta que un par de días después, recordé de sobresalto todo lo ocurrido con Doña Renata, la señora de los completos místicos, mientras veía un hermoso amanecer desde el ventanal de una desconocida habitación en Valparaíso.

El agradecimiento fueron los 10 completos comprometido más 02 porciones de papas.

El Sonido

Sin títuloUn prestigioso y estable empleo de académico universitario, además de una obligada soltería por su nula capacidad de comunicación con las mujeres, hacían de Ernesto Torrealba un tipo al que se le podría definir como medianamente culto, instruido, pero poseedor de una gris y silente “aura”.

Sin ninguna cualidad extraordinaria a su haber, no había nada en él que pudiera colocarlo por sobre el resto de la gente. Esta situación sumada a su opaca personalidad, lo habían convertido en el perfecto prototipo del inocuo ciudadano promedio contemporáneo.

Gracias a su profesión, poseía una acotada tranquilidad económica, sin embargo la desidia que sentía por su trabajo era por decir lo menos, monumental. Pensaba de manera reiterada que el ejercicio laboral, era un tormento inhumano y abyecto, algo parecido a un antiguo y tenebroso yugo de tortura llamado tripalium, diferenciándose de éste, sólo en la retorcida manera metonímica con que había evolucionado el concepto de sufrimiento y dolor al del trabajo asalariado. De esta manera, el maltrato obtenido a cambio de algo de dinero, se había convertido en un digno sinónimo de la dignidad humana.

Este tipo de pensamientos y posturas a veces hechas públicas, habían hecho que convivir, lidiar o negociar con Ernesto se hubiera convertido para sus colegas universitarios en un suplicio de tipo oriental, sólo aceptable para algunos incautos recién conocidos.

Nunca en sus recién cumplidos 35 años, había podido entusiasmarse lo suficiente en alguna actividad en la que estuviera involucrado. Ningún estimulo fue lo suficientemente potente para calar hondo en su velado y mate espíritu.

Los Scouts, la religión, la política, el deporte y la literatura, fueron sólo aficiones temporales que no lograron despertar mayor interés que, el necesario para iniciar la aventura. A poco camino, Ernesto terminaba por abandonar todo entusiasmo para caer nuevamente en el marasmo característico de su día a día.

De esta manera, y de no ser por un acontecimiento fortuito e inesperado, la vida de este aburrido académico hubiera seguido sin mayores variaciones en su tediosanormalidad.

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Un día cualquiera y de manera abrupta, Ernesto Torrealba comenzó a desarrollar un talento extraño y perturbador, el cual sólo era capaz de confesar a si mismo. Ernesto podía escuchar los pensamientos de otras personas.

La primera vez que tuvo acceso a lo que otras personas pensaban, fue en el aeropuerto de la ciudad, justo cuando abordaba un avión para asistir a un seminario de física teórica en la Universidad de la ciudad vecina. La experiencia vivida significó todo un cataclismo al interior de su persona, debido a lo violento y repentino del suceso.

Todo comenzó cuando una multitud de ruidos extraños comenzaron a distraer la atención de Ernesto. Su robusta formación en ciencias lo hizo deducir que la forma de la bóveda y techumbre del recinto, eran las responsables de algún extraño fenómeno acústico, el cual permitía que las voces de todos los presentes en el lugar, chocaran entre sí de manera aleatoria y después de una vorágine de rebotes, se contrajeran en una cacofonía de volumen decreciente que llegaba directamente a sus oídos.

Luego de corroborar que nadie más que él era capaz de percibir el fenómeno, comenzó el terror pues, las voces seguían allí susurrándole mil millones de palabras por segundo, en innumerables frecuencias, ritmos y combinaciones. Ante tal suceso, pensó que lo mejor para él, era pasar desapercibido, pues la espantosa alucinación lo sobrepasaba totalmente. Tuvo que pasar 6 horas sentado en el lugar más distante del aeropuerto, para que las voces cesaran.

Algunos días después de lo ocurrido en el aeropuerto, el fenómeno volvió a repetirse, ésta vez, en una recepción efectuada en el salón principal de la Universidad donde trabajaba. Si bien la llegada del evento fue tan abrupta como el anterior, ésta vez no causó el mismo pánico en Ernesto, quien poco a poco comenzó a acostumbrarse a esta particular experiencia. Cada día que pasaba y solamente con algunas horas de descanso, el fenómeno volvía a repetirse una y otra vez, salvo que cada repetición era de manera menos estrepitosa y estresante. De hecho con el correr de los días, fue capaz de elegir de manera consciente, cuáles eran las voces que quería escuchar con detención y cuáles no.

Pero no todo era alentador.

Ernesto sabía que el confesar este nuevo prodigio en público, era equivalente al suicido social y laboral, sobretodo tomando en cuenta la naturaleza de su oficio, que lo tenían realizando la cátedra de física avanzada en la Universidad más prestigiosa del país. En este contexto rígido e inamovible, tan propio de la academia, comprendió que las palabras más importantes del mundo, y las únicas que podrían ayudarlo a asegurar su supervivencia, eran prudencia y discreción.

Los primeros meses que pasaron luego del suceso del aeropuerto, podrían ser catalogados como los mejores momentos en la aburrida vida de Ernesto. Por primera vez, él sentía que tenía el control sobre algo y que nadie sería capaz de cambiar esa situación. Como todo pasatiempo nuevo, las primeras experiencias estuvieron cargadas de situaciones superfluas y graciosas, como por ejemplo saber que era lo que la abuela de la esquina pensaba de él mientras le devolvía el saludo diario de la mañana, o como saber si la exuberante dependiente de la tienda de alimentos había tenido buen o mal sexo la noche anterior.

Poco a poco, se comenzaron a dejar de lado las experiencias vulgares a las que podía tener acceso con su nuevo don; de hecho cada día que pasaba y de manera consciente fue ingresando a capas más ocultas y oscuras de la mente de todas las personas que lo rodeaban. Con el correr de los días, la cantidad información obtenida iba creciendo de manera tal, que ya no era sicológicamente rentable ni saludable, el seguir teniendo acceso a los vertederos cerebrales de sus “especímenes de estudio”, por lo que esta vez, Ernesto decidió sumergirse en las simas más profundas de la mente de los demás, eligiendo como primer conejillo de indias a quien en apariencia, era  la persona más inocua e insípida de la Universidad, la señora Silvia Lescano, jefa de personal.

La idea era simple, Ernesto quería a toda costa conocer la profundidad a la que su nuevo don le permitiría llegar en una mente ajena.

Para esta nueva etapa de su extraño experimento, era necesario que pudiera estar lo más a solas posible con su examinado, por lo cual convidó a Silvia Lescano a tomar un café en un lugar apartado del centro y donde casi no entraba gente. La excusa para este encuentro fue tan absurda como inverosímil, pues la idea era poder hablar del lento accionar de los sumarios administrativos de la Universidad.

Una vez que se encontraron en el lugar de encuentro previsto, se sentaron y comenzaron una charla totalmente trivial y superficial. A Ernesto esto no le importaba, pues de manera paralela desde el primer minuto de la cita, ya había comenzado a penetrar las primeras capas existentes en los sesos de su interlocutora.

Todo era como un sueño real y vívido.

Los sonidos que comenzaron a llegar a la cabeza de Ernesto, una vez traspasado el primer estadio en la mente de la mujer, eran algo no previsto en sus cálculos iniciales. Eran ruidos silenciosamente estridentes, como si mil cuchillos rasguñaran de manera simultánea una mesa de cristal gigantesca y sin fin. Poco a poco los pensamientos que, al principio se presentaban como una madeja de invisibles hilos de sonido, se iban desenredando de manera que podían ser descifrados y escuchados de manera racional. Había de todo: frases de amor, conversaciones secretas, opiniones abyectas, juicios, llantos, gritos, jadeos, aullidos, en fin, un sinnúmero de información codificada que de alguna manera hacían ver que la señora Lescano, era cualquier cosa, menos la mujer de bajo perfil que mostraba en el diario vivir.

Luego de esa capa de ruidosa vorágine, vino un silencio. Una asfixiante tropopausa que, sólo fue interrumpida cuando Ernesto pudo pasar a la siguiente etapa de los pensamientos de la señora Lescano.

Inmediatamente después de terminada la tregua de ruido, a la cabeza de Ernesto, comenzaron a llegar unos suaves sonidos de voces indescifrables. Eran como débiles canciones arrojadas al aire en un dialecto desconocido pero que lentamente pudieron ser des encriptadas.  Ernesto no daba crédito a lo que su cabeza estaba escuchando pues, aquellos sonidos solamente podían ser asociados a algo que él había escuchado cuando niño en las voces de las viejas del barrio que rezaban en grupo. Aquellos ruidos eran lamentaciones, las cuales eran compuestas por varias voces sonando en un canon armónico pero brutalmente agobiante.

Luego vino el pavor.

Al final de aquella capa de lamentaciones, Ernesto pudo detectar un sonido sordo, el cual poseía un cuerpo denso y omnipresente. Si bien al principio, el sonido sólo era una masa amorfa de ondas y vibraciones, rápidamente, y de manera consciente,  fue tomando la forma necesaria para que la mente de Ernesto pudiera procesarla y transformarla en un código conocido. Cuando esto último sucedió, el aprendiz de viajero mental, se dio cuenta que había cruzado un punto sin retorno.

Que haces aquí  murmuró el sonido en su dialecto imposible pero existente.

Este lugar desde el principio del tiempo ha estado prohibido para los de tu estirpe  continuó la voz.

Ernesto en un shock casi invalidante, no tuvo mejor respuesta que pararse de la mesa y salir corriendo desde el café donde estaba reunido. La señora Lescano, sin entender nada de lo que pasaba, sólo atinó a pagar la cuenta y tratar de dar alcance a Ernesto, lo cual no logró.

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Luego de 4 días sin dormir, Ernesto decidió que debía contar esta experiencia a alguien, pues de no hacerlo, la posibilidad de volverse loco era preocupantemente cierta.

Era un dilema complicado de resolver pues, necesariamente la persona a quien se le contara las experiencias vividas en el último tiempo, debía tener la suficiente amplitud de mente para concebir semejante realidad, sin encasillar a Ernesto en la categoría de estados de conciencia alterados o peor aún, ser diagnosticado con un flamante delirium tremens.

Ante esta situación, decidió tomar varios días de descanso, debido a que la experiencia lo había descolocado hasta la hebra más profunda de su alma. Aquel sonido sordo y poderoso, hizo que se cuestionara todo lo que él creía saber. De alguna manera extraña y sarcásticamente brutal, las dos frases emitidas por esta entidad,  habían socavado todos los cimientos que, durante años de estudios y vivencias, había construido.

Como la siquiatría era una rama de la ciencia médica, poco confiable para contar lo sucedido, Ernesto decidió hablar con un viejo amigo, al cual no veía desde los tiempos de estudiante universitario. La persona a quien acudiría por ayuda era Roberto Villarroel, antropólogo de profesión y ocultista de medio tiempo.

Roberto vivía en un lugar bastante retirado al sur del país.  Hacía diez años que había tomado la decisión de abandonar la ciudad y todo lo que representaba, debido a una misteriosa experiencia vivida durante una solitaria noche en el desierto, cuando realizaba estudios sobre la inexplicable muerte de personas en un pueblo salitrero del norte. Con Ernesto, durante los años que compartieron en la Universidad, habían llegado a desarrollar una peculiar amistad, la cual traspasaba los pasillos y las aulas, esto último debido a las poco convencionales ideas de Roberto sobre la realidad última del ser humano.

Ernesto siempre en tono desafiante, criticaba a Roberto diciéndole, que las suyas eran las típicas ideas de una persona que necesitaba creer en algo superior debido a lo limitado de sus razonamientos. Roberto a su vez, siempre contestaba que el tiempo terminaría por demostrar que el ser humano sólo era un eslabón más de la cadena alimenticia del planeta, pues si bien el hombre se alimentaba de manera directa de animales y plantas, a su vez, y a través de métodos inconscientes e incognoscibles, también él servía de alimento para los “otros habitantes”.

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Ernesto tenía una cara decrépita cuando su antiguo amigo la puerta de su casa.

Una vez contados todos los detalles de las últimas experiencias del profesor de física, el anfitrión se sentó pensativo mientras tomaba una taza de agua caliente. Luego de mucho pensar y siempre con los ojos de Ernesto clavados sobre él, esperando alguna opinión, Roberto se echó hacia atrás diciendo en tono solemne:

El que hayas venido hasta acá, ha sido una total sorpresa, pero el saber sobre tus experiencias puede significar el fin para ambos. Una vez que ellos saben que puedes escucharlos, no dejan de seguirte  sentenció. 

¿Quiénes? preguntó Ernesto, ya al borde del colapso.

El tiempo me dio la razón viejo amigo, lo único que ha pasado, es que por alguna rara causalidad, tuviste acceso al terreno de los “otros habitantes”.

No entiendo nada, de que estás hablando

A veces es mejor no saber ni entender nada amigo mío  continuó Roberto.

Después de esta última frase, el dueño de casa comenzó a explicar de la manera más didáctica posible, cuál era la razón de todos los recientes acontecimientos.

En este mundo sólo hay dos palabras que tienen sentido total: comida y excremento.

» La conciencia humana limitada por nuestras finitas redes neuronales, no alcanza a dimensionar de manera global, la realidad de que así como nos alimentamos de otros, somos nosotros el alimento de alguien o algo más.

» Durante cientos o miles de años, el ser humano ha intuido esta versión de la cosmovisión, pero el ego casi infinito del hombre no acepta esta cruda y poco glamorosa realidad.

» Y no tenemos mucho que hacer, tratar de entender el porqué de esta situación carece totalmente de sentido. No tiene que ver con nosotros, no tiene que ver con justicia, ni destino, ni libre albedrío ni ninguna de esas construcciones hechas por nosotros a conveniencia de nuestra pequeña e insegura humanidad.

Por qué yo  suspiró Ernesto.

Eso tampoco importa, lo siento  dijo Roberto en tono sepulcral.

Qué es lo que debo hacer ahora  consultó nuevamente Ernesto ya casi sin ánimos de nada.

¿Qué haría un cerdo, si por casualidad entra al rancho donde están haciendo un gran asado de costillar?  preguntó Roberto de manera mordaz.

Arrancar y esconderse, para que no lo vuelvan a ver por el lugar  se contestó a sí mismo.

Y bueno, tú ya arrancaste….por lo que sólo te queda esconderte y guardar el mayor de los silencios por lo que te quede de vida, así como lo hago yo  dijo Roberto contestándose nuevamente a sí mismo.

¿Quieres decir que tú también lo escuchaste?  preguntó Ernesto sorprendido.

Hace diez años, esa noche en el desierto, te acuerdas?  respondió Roberto.

Claro que me acuerdo, fue un escándalo en la Universidad, todos pensado que te habías vuelto loco o que una de tus estudiantes te había dado una sobredosis de ácido o peyote  contestó Ernesto.

Nada de eso en realidad fue algo horrible, confesó Roberto, mientras comenzaba a detallar su propia historia.

» Llevaba meses investigando acerca de ese pueblo del desierto del norte, ese que fue afectado por una paranoia colectiva a fines del siglo pasado. Luego de estudiar las casas abandonadas, me di cuenta que lo que pasó ahí tuvo que ser un verdadero infierno, pues aún se podían ver las marcas de sangre en las paredes que dejaron los que comenzaron a golpearse la cabeza en ellas.

» Los registros decían que muchos se volvieron locos y algunos murieron de muerte súbita por algún raro mal cardiaco, no sin antes gritar que por favor les sacaran de la cabeza las voces que no los dejaban en paz.

» Esa noche, era una de las últimas que nos quedaríamos en el campamento, así que decidimos hacer una fogata para preparar la cena antes que se pusiera frío como es costumbre en el lugar.

» Era una noche sumamente estrellada, estábamos con los alumnos preparando una taza de té caliente, cuando empiezo a escuchar todas esas voces a la vez, fue desesperante. Mi ayudante me miraba con ojos sorprendidos cuando me levanté y empecé a gritar que por favor se callaran por favor. Cuando empezaron a reírse al pensar que era una broma, tome una trozo de madera en llamas de la fogata y, comencé a dar golpes en el aire como un enfermo. Fueron necesarios cuatro alumnos para tranquilizarme a golpes y patadas, luego perdí el conocimiento.

» Después de unos días de descanso, volvieron los ruidos, cada vez más constantemente, hasta que un día lo escuché.

¿A él?  preguntó Ernesto

Nada de eso respondió secamente Roberto.

» Ese ruido, ese eco sin forma, no tiene sexo ni nada parecido a alguna identidad que nosotros le podamos atribuir. Es sólo una presencia que afortunadamente no tiene mucho interés en nosotros, por lo menos como para tener contacto directo con estos simios con traje que resultamos ser.

De pronto Roberto abrió los ojos y comenzó a hablarse a sí mismo.

» Durante estos diez años he sido capaz de acallar las voces, debe ser por eso que aún sigo vivo, sin duda. Ellos no han podido dar conmigo, pues el silencio mental de mi retiro ha sido riguroso.-

»  Lo mejor es que te vayas Ernesto, yo no puedo ayudarte más, ya sabes lo que debes y no debes hacer.- concluyó Roberto.

Al terminar, se hizo un silencio desolador entre ambos. El revivir esos momentos fue para los dos viejos amigos, como un final de cuento falso, pues ese sonido sordo que ambos habían conocido, no iba a desaparecer, nunca, hicieran lo que hicieran. Era una realidad tan fuera de sus alcances, que no había más que desearse suerte el uno al otro, mientras seguían ocultándose.

Antes de retirarse, Ernesto hizo una última pregunta.

—  ¿Es capaz de hacernos daño?

—  De todas las formas que seas capaz de imaginar  sentenció Roberto.

Justo antes de cerrar la puerta, el sonido regresó de manera espantosa. Ambos amigos se miraron de inmediato pues comenzaron a escuchar sus pensamientos mutuamente.

Intentaron ignorar las intimidades que cada uno de ellos podía escuchar del otro, pues sabían que cualquier indiscreción o detalle vergonzoso que pudieran saber del que estaba al frente, era una insignificancia, al lado de lo que venía.

Esto es intolerable  rugió una voz pastosa en la cabeza de ambos desafortunados hombres.

»  Este desorden debe cesar de inmediato, ustedes no tienen más cabida ni sentido que el que les corresponde según la eterna disposición. De alguna manera que desconocemos, al igual que otros antes de ustedes, han sido capaces de traspasar una de las pocas grietas que existen en el muro que nos separa desde el inicio de esta era.

»  Es una afrenta, un riesgo que no podemos aceptar. La sola posibilidad que la economía de este trozo de universo sea cuestionada, merece nuestra más vigorosa reacción.-

Dicho esto, Roberto comenzó a convulsionar de manera atroz y frenética hasta que cayó muerto al borde de la puerta de salida.

Ernesto comenzó a correr espantado, por el pavor de ver a su amigo muerto en una batalla en la que no tuvo oportunidad alguna. Corrió durante un largo trayecto, desesperado, sabiendo que su fin podía estar en cada nuevo paso que daba.

No pudo correr más, por lo que cayó rendido al borde del camino. Mientras jadeaba por el cansancio de la carrera, miro a su alrededor de manera asustadiza y nerviosa, esperando el inminente final. Luego de un largo lapso de incierta duración, su mente se volvió silente y calma. De alguna manera, al parecer, el sonido lo había dejado en paz, pues ya no había voces ni nada anormal dentro de su cabeza.

Luego de declarar a la policía lo que había pasado, el caso de la muerte de Roberto se cerró como un repentino y fatal ataque de epilepsia fulminante. Sólo Ernesto, conocía la verdadera naturaleza de lo sucedido, pero a esa altura ya nada importaba, debía ser así, convenía que fuera así, pues nadie comprendería ni aceptaría una realidad tan oscura e inverosímil.

El silencio físico y mental fue su único aliado durante todos los años que fue capaz de escabullirse del sonido, aunque la decepción de saber que todo el esfuerzo humano no tenía razón alguna, lo desgastó al grado de convertirlo en una especie de ermitaño uraño y hermético. Raras veces conversaba con alguien, y cuando lo hacía procuraba hacerlo durante el menor tiempo posible.

Con el pasar de los años, el ocaso de la vida asomó por la ventana por la cual, entraba el sol a la habitación de Ernesto. Este, en un intento por darle algún sentido a todo lo que había aguantado, hizo un último esfuerzo de orgullo humano, y comenzó a buscar al sonido, aquella espantosa entidad que tantos años antes lo hizo ver la horrorosa realidad de la vida.

Comenzó lentamente a abrir sus pensamientos, en búsqueda de aquellos ruidos que alguna vez abrieron las puertas de las mentes ajenas. El proceso fue largo, debido a que los intersticios de su cerebro, acostumbrados a años de silencio, fueron muy reticentes a palpitar nuevamente en búsqueda de aquellas voces lejanas.

Fueron días de agotadoras jornadas, en las cuales la frustración comenzaba a amainar la poca alma y energía que le quedaban a Ernesto. Hasta que encontró lo que buscaba.

—   Una antigua deuda acaba de aparecer —  dijo el sonido con una tranquilidad pasmosa.

—  Acá estoy como puedes ver, a punto de morir.  Todos estos años he estado escondido de ti, pero ahora mientra me apago y antes que me aniquiles o disuelvas mi alma en la nada, quiero que respondas a mi último deseo , lamentó Ernesto.

—  ¿Crees que tienes el poder de exigir algo? —  rugió el sonido.

—  Quiero ver tu rostro — 

—  Quiero ver el rostro de lo que está por sobre nosotros — 

—  Quiero conocer al verdadero beneficiario de todo el esfuerzo humano —  , exclamó Ernesto a punto de desfallecer.

—  Muy al norte, en un lugar llamado Svithjod, se yergue una roca. Tiene cientos de kilómetros de ancho y otro tanto de altura. Una vez cada mil años llega un águila para afilar sus garras en la roca. Cuando a causa de esto, la roca llegue a desgastarse de manera completa, tendrás una suave idea de la realidad a la que no perteneces.—   dictó el sonido.

—  Sin embargo, tendrás la oportunidad de enmendar tu camino. Has sabido esconderte de nuestra furia y naturaleza con inteligencia y astucia. Volverás a esta tierra, para comenzar de nuevo tu camino, para cumplir tu misión como corresponde, la misma misión de toda tu raza — , sentenció finalmente el sonido.

Ernesto, con una angustia terrible, sintió que su cuerpo comenzaba a rendirse. Su espíritu quebrado y maltrecho, se rindió a las últimas palabras del sonido. Comenzó a recordar cada momento de su vida, una vida que hubiera preferido no vivirla, pero como finalmente comprendió, fue inevitable.

Al cerrar los ojos, Ernesto se entregó.

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Una fuerte luz y muchas manos rodearon un cuerpo pequeño y desnudo.

Con espanto se dio cuenta que rápidamente su mente comenzaba a olvidar todo lo vivido, que no podía articular palabra alguna y que sus movimientos se volvían torpes e incontrolados.

En su desesperación, sólo pudo comenzar a llorar y gritar mientras rápidas manos lo cubrían con suaves y limpias telas de hospital.

Espejos

5408892574_4624341e49_bFue un golpe brutal.

Un automático instinto, logró que de manera providencial, tuviera suficiente tiempo para escapar hacia un lugar aledaño, donde pudo ponerse a salvo. El ataque fue tan veloz y repentino, que ni siquiera toda la experiencia adquirida en los últimos 3 años, sirvió de algo para advertir el fulminante instante de ira del que había sido objeto.

La víctima aún atónita por el ataque, trató de recordar poco a poco, los detalles anteriores al suceso que ahora lo tenían mal herido y con un profundo y sangrante corte en la cabeza.

Recapituló como pudo y recordó que al momento del golpe, se encontraba en la Universidad. El débil sol de la tarde comenzaba su diaria retirada, y junto a otros colegas, se habían reunido a comer algo en el centro del patio principal. Era un lugar espacioso, donde abundaban los grandes y verdes jardines, adornados con imponentes y antiguas fuentes agua, estatuas silenciosas y unos hermosos naranjos que debido a la época del año, se encontraban cargados de sus jugosos frutos invernales.

Aquel tranquilo escenario, era el que transformaba toda la situación vivida, en una circunstancia inesperada e inexplicable, pues si bien, durante el último tiempo se hablaba entre sus pares de un aumento considerable de la violencia desatada, no se entendía cómo, a esa hora y con tanta gente cerca, él no tuvo posibilidad de anteponerse y zafar de la agresión de la que había sido objeto, y que a esa altura del día lo tenían aturdido y con un profuso hilo de sangre cayendo por un lado de su cara.

Con el correr de la tarde, el patio comenzaba a quedar solitario.

Como era costumbre, los compañeros y colegas de siempre, poco se preocuparon por la salud del atribulado individuo, por lo cual, y mediante una cansina procesión, éste procedió a acomodarse en una esquina del ya casi vacío jardín de la Universidad. Una vez quieto y acomodado, recordó que en más de una ocasión, le habían advirtieron que esto podría suceder. Lejanos, pero más adecuados que nunca, le parecieron los interminables consejos que sus padres y otros adultos le dieron durante toda su vida. Lamentablemente, y a pesa de todos los resguardos considerados, nada pudo evitar que la máxima que alguna vez le dijo un viejo del barrio, se hiciera realidad: “La vida es un camino fastidiosamente impredecible”.

De pronto, el dolor se volvió insoportable.

Con inmensa angustia pudo percatarse, que la sangre no paraba de brotar por la ya insanable herida que tenía en su cabeza, así como también, que los huesos rotos por el golpe le impedían por completo mover sus extremidades. Esta situación sumada a la soledad en la que se encontraba, cuajaron el escenario perfecto, que hizo que por primera vez en su vida, sintiera miedo de morir. Debido al ahora monstruoso dolor, era imposible incluso emitir sonido alguno, pues el brutal ataque provocó una fractura de importancia en los huesos de lo que antes podría haber sido identificada como quijada. Los sentidos se empalaron y gran parte sus músculos fueron inutilizados. Una silente voz moribunda hizo que nadie de los que aún deambulaban por el lugar pudiera percatarse de lo grave de la situación.

Poco a poco se fueron apagando las luminarias que aquellos hermosos jardines, por lo que la oscuridad comenzó a adueñarse rápidamente del entorno.

Esto es sin duda mi fin. – pensó –

Solo y abandonado, comenzó a recordar los hasta hace poco, buenos momentos de su vida. Una vida tranquila, en el mismo barrio donde había crecido él y toda su familia. Aún era joven, por lo que su vitalidad, hasta antes del ataque, estaba en su esplendor. Se ganaba la vida de manera sencilla, como todos los de su edad. Aún no tenía familia, por lo que sus mayores preocupaciones eran el salir a ganarse el pan de cada día, para después rondar por donde vivían las chicas del lugar.

Pero ahora, todo aquello terminaba.

El dolor lo tenía completamente paralizado, su lengua sólo podía sentir aquel extraño sabor de la sangre propia inundando toda la cavidad bucal. De pronto, como un último favor del destino, apareció la silueta alguien que frecuentaba el lugar a diario, pues trabajaba ahí haciendo las labores del aseo nocturno.

-…pero ¿cómo es posible, esto?…nadie ha sido capaz de ayudarte hasta ahora?

-…por Dios Santo….¿cómo nadie te ha visto?….este mundo está cada día peor…

-…tienes suerte que apareciera….deja buscar algo con que poder ayudarte a salir de este lugar…..

Ya casi inconsciente, la golpeada víctima sólo pudo agradecer con la mirada, que también poco a poco comenzaba a teñirse de rojo.

Otra vez el silencio y soledad.

De improviso, escuchó un ruido entre los matorrales del jardín, un sonido de hojas deslizándose sobre un cuerpo silencioso y tremendo.

Era el ruido de la muerte.

Él sabía que en las noches oscuras como esa, no era bueno estar fuera de casa, pues aquellos monstruos acechaban de manera silente e implacable. Era un gigante horroroso, el cual lentamente se acercaba, con la mirada de la muerte en sus ojos fulgorosos de devoración.

Lamentablemente la ayuda del dependiente de aseo, no llegó a tiempo.

Resignado a su segura muerte, recordó toda su corta vida, una vida que ahora y de manera rápida se comenzaba a desvanecer. Cuando aquel monstruo estaba ya a un centímetro de su cara, y en un instante de lucidez final, pudo recordar que aquel mismo ingente ser, era quien durante el ocaso de aquella tarde le había propinado aquel sanguinario, veloz y fatal golpe.

No había duda alguna, todo había sido consumado.

Antes del ataque final de aquel demonio de la noche, éste acercó su maligno rostro lo suficiente para que el inmolado, pudiera reflejarse por última vez en esos tremendos y convexos espejos que eran sus enormes ojos negros. Al verse a sí mismo con la cabeza ensangrentada, sus músculos paralizados por el miedo y su cuerpo entumecido por el dolor, no pudo más que entregarse a su único e inevitable final.

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-Que asco….siempre es lo mismo en esta mierda de Universidad.- se quejó la mujer.

-¿Qué pasa amor?- Respondió un joven y despistado novio.

-Estas malditas palomas que son una plaga. Deberían fumigar y evitar que todos los días estos gatos de mierda, dejen los restos de su cena, servidos en el patio.-

20 Años No Es Nada

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Los de mayo y junio de 1999, fueron meses particularmente turbulentos.

Las movilizaciones estudiantiles dirigidas en ese entonces por la Confech, se tomaban la agenda informativa tanto del noticiero central “24 horas”, como de aquel proto-late periodístico de “Medianoche”, conducido por Alejandro Guiller y Consuelo Saavedra.

Aún estaban frescos, las consecuencias de la maquiavélica jugada, hecha un par de años antes, por un joven Rodrigo Peñailillo (Sí, el mismo que fue Ministro del Interior del segundo Mandato de Bachelet.), la cual quebró un movimiento estudiantil que tenía una bandera de lucha sumamente clara: Arancel diferenciado para los estudiantes de menores recursos.

Al parecer Peñailillo, quien cual militaba en la juventud PPD desde los 17 años, gestó una operación política tan eficaz, que terminó dividiendo un movimiento que llevaba un mes de intensas movilizaciones. ¿Cómo lo hizo?. Acepando o negociando dirán algunos, una inyección de recursos públicos o plata fresca como le llamaban en ese entonces, al sistema de financiamiento de la educación superior, hecho con el cual, que diluyó toda discusión de reformas de fondo.

Aquel año 1999, la capacidad propositiva del movimiento estaba en su cenit. Eso sumado a una crisis asiática que golpeó de manera durísima a la economía de la época, hicieron que el ambiente fuera sumamente tenso a todo nivel.

Recuerdo el haber participado en manifestaciones tremendas en el camino troncal que une Viña del Mar con Quilpué, en una toma de la mismísima avenida España por casi 5 mil estudiantes que bajaron desde la casa central de la Universidad Santa María, y en una ingente protesta frente al congreso, la cual terminó con 600 detenidos sólo en el plan de Valparaíso.

Recuerdo una olla común en la Universidad.

Era un día de sol.

Recuerdo alegría, optimismo y una extraña comunión dentro de los que participábamos por aquel entonces.

Era 19 de mayo.

De pronto, por la radio, escuchamos con horror que en Arica, un carabinero de nombre Norman Vargas, reventó la cabeza de un estudiante en plena manifestación.

El arma : Una escopeta Winchester calibre 12 con balines de acero.

La víctima: Daniel Menco Prieto, 23 años, estudiante de auditoría, quien trabajaba como repartidor de gas para pagar sus estudios.

Había desazón, pues no estábamos preparados para eso.

Frei y su subsecretario del interior Guillermo Pickering (Sí, el hasta hace poco presidente de Aguas Andinas), tenían las manos manchadas con sangre, al igual como las tiene, 20 años después, Sebastián Piñera.

Una oportunidad.

Cuenta pública del 21 de mayo en el congreso nacional de Valparaíso.

01 invitación que “alguien” entregó y que permitiría estar en la parte superior del salón de honor del congreso.

Éramos 02 los que tuvimos la opción.

En decisión rápida y justa, me quedé fuera del congreso para poder ayudar a sacar a mi compañero de la segura detención que se le venía encima.

“Aquel compañero” entró y el resto es historia. Cuando Eduardo Frei Ruiz Tagle, Presidente de la República de Chile, comienza a nombrar los logros en educación, “aquel compañero”, grita a viva voz, lo que muchos sentíamos en aquel momento.

Le enrostró en su cara y para todo Chile en directo, la muerte de Menco, la ineptitud de su Gobierno para manejar las manifestaciones, y el horror que 20 años después, el sistema neoliberal que representaba le haría pasar a Chile.

Frei, comienza literalmente a traspirar, le corre la gota, el vaso de agua que toma pareciera que fuera leche con harina tostada, pues la voz le comienza a fallar.

Un silencio.

Frei está en shock.

A “aquel compañero», lo sacaron cagando a patadas.

Indagando fuera del congreso, lo fui a buscar a una tenencia que quedaba en Cerro Barón.

Fue un largo rato de espera.

A la salida, “aquel compañero”, me comentaba que el diputado UDI, Gonzalo Ibañez, le insinuó que para salir luego del calabozo, que se retractara de toda militancia política.

Ándate a la conchetumadre, fue la respuesta de “aquel gran compañero”, en aquel oscuro 1999.

Ojos Verdes

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Recuerdo tu pequeña cintura, apretada con mis inexpertas manos llenas de ansiedad. Fue durante el ocaso de aquel martes de diciembre de 1994.

Tus verdes ojos de dilatadas pupilas no daban crédito a la situación que vivíamos.

En aquel instante, el mundo alrededor nuestro no tenía sentido ni existencia, lo único real y palpable eran nuestros jóvenes cuerpos cada vez más juntos e inseparables.

El rocío marino que pasaba alrededor de mi cabeza, luego acariciaba tu rostro pálido y delgado, haciendo que entre ambos hubiera una especie de lámina de aire tibio, que de alguna extraña forma nos comunicaba sin necesidad de hilvanar palabra alguna.

Nos miramos fijamente y, durante esos breves segundos nos prometimos todo sin decirnos nada, nos entregamos en alma antes que en cuerpo, entregamos la vida y todo nuestro ser el uno hacia el otro.

Un beso eterno selló ese atardecer.

 

 

 

Todo tiempo pasado fue….¿mejor?

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¿Qué se podía hacer a los 10 años, en pleno 1986?.

Ser niño en el Chile de los 80’s, era como ser víctima de una mala broma. Los que crecimos en esa época, fuimos parte de una generación bisagra, que al igual que las que existen en las puertas, sirvió para dejar atrás la oscura década anterior, marcada a fuego por el golpe militar y al mismo tiempo ver desde lejos la esperanza que traían los años noventa y su falsa luz de modernidad.

Lamentablemente, la infancia de esa década, al igual que la bisagra, tuvo que vivir en una eterna ambigüedad de luz y sombra, de esperanza y desazón, de blancos y negros. Siempre lejos de la oscuridad de los 70’s, y siempre lejos del optimismo de los últimos dos lustros del siglo XX. Por eso Chile, en esos años era un país de un color plomo venenoso, un país gris.

Los domingos de esa época son el resumen de la oquedad vivida en ese tiempo. Por lo general, el día comenzaba yendo temprano a la misa matutina, esa sagrada institución católica donde semana a semana se podía ver, como los adultos pasaban con algo de culpa, la caña de la noche anterior y como, entre soliloquios y discursos internos se prometían así mismo que nunca más beberían. También, y con solo un poco de agudeza, era fácil identificar como las venganzas hacían una eterna y periódica prórroga en el saludo de la paz, ese mismo saludo que si el azar lo permitía, unía por un momento bajo el techo de la casa de Dios, a un perfecto padre de familia con la que, durante la semana era su amante.

Como después de recibir el cuerpo de cristo, uno siempre quedaba con hambre, venía la hora del almuerzo, que era sin duda lo mejor del día.

Terminada la merienda, casi siempre uno recordaba la gran tarea que no había hecho y que como de costumbre debía ser entregada al otro día, por lo que después de las correspondientes felicitaciones familiares, comenzaba una angustiante navegación en un mar de revistas y periódicos viejos, o bien, si no había otro remedio, el echarle mano a los Icaritos, esos que venían todos los miércoles con el diario la tercera.

Cuando ya caía la noche la cosa se ponía en cámara lenta. El ambiente a eso de las 20:30 era abrumador. Todas las casas del pasaje donde vivía, se preparaban con una cadencia espantosa, para tomar onces comida. Este rito, por lo general se desarrollaba en un comedor silencioso, el cual era alumbrado por débiles ampolletas de 40 watts, con el jefe de familia a la cabecera, y escuchando las lamentables noticias que entregaba la televisión a cargo de José María Navasal o Javier Miranda.

Luego de eso, y en la tranquilidad de la noche, uno comenzaba a pensar en lo que vendría temprano al otro día, ese horrible día que era el lunes, ese lunes que siempre, por lo menos aquel año tenía un protagonista siniestro y malévolo: El inspector Urbina.

El inspector Urbina, era la mezcla perfecta entre un agente de la CNI y un guarén. Para todos los que ese año, cursamos el cuarto básico, en el aspiracional colegio que compartimos, encontrarse con Urbina frente a frente en un recreo, era igual que encontrar y masticar un mojón de gato dentro de una empanada de pino en pleno 18 de Septiembre.
El aludido inspector, era por aquel entonces, el amante protegido de la directora de la institución, por lo que los constantes reclamos por maltrato de parte de alumnos y apoderados, eran olvidados, ignorados o diluidos muy a la usanza de los queridos años 80’s.

Urbina tenía en su maligna mente, un parque de diversiones lleno de pequeñas torturas y humillaciones, de las que mi curso fue su víctima favorita. Famosas eran las técnicas que utilizaba cuando dos compañeros de bancos conversaban entre sí en clases y eran sorprendidos. Para muestra tres botones:

a) La revienta zapallos: Consistía en tomar en cada mano, la cabeza de uno de los alumnos “castigados”, y juntarlas de manera rápida y violenta de manera lateral, con una aceleración tal, que eventualmente uno quedaba aweonao por eternos 30 segundos. Cuenta la leyenda que una vez, Urbina calculó mal, y tuvo que hacer la operación dos veces, teniendo que llevar a un compañero a la posta por un TEC cerrado.

b) La muele orejas: Esa sucedía generalmente en invierno. Este tierno correctivo constaba en colocar una mano abierta en cada oreja del afectado, para luego, con movimientos rápidos combinados en los ejes X e Y, arrugar lo más posible todos los cartílagos cercanos al lóbulo y asiento de la oreja. Cuando era efectuaba de manera correcta, ni siquiera una ola polar podía sacar la sensación de ardor y calor con que quedaba la víctima, en sus pobres pailas.

c) La puerta del metro: Esta era por lejos la peor, y quizás el único consuelo que había, era su rápida aplicación y el sonido, que incluso a veces lograba hacer reír al resto del curso. Se trataba de un golpe a mano cerrada en cada lado de la cabeza de manera simultánea y precisa. Cuando el golpe era bien hecho y en la posición adecuada, la presión ejercida dentro de los oídos dejaba un pequeño pito que podía durar de 3 a 10 minutos.

Aquel año fue estresante para muchos, pero esta vida a la larga siempre entrega justicia, aunque a veces los caminos elegidos son poco ortodoxos.

Una vez, en un temporal de lluvias, de esos que suelen quedar en la memoria más profunda, fuimos testigos de un milagro. La directora de la institución (sí, esa que se acostaba con el inspector), llegó de sorpresa a la oficina de éste. Al parecer una discusión de pareja, se extendió más allá de normal y decorosamente laboral y, en un arranque de ira, la mujer como poseída por Lucifer, comenzó a tirar todos los documentos de la oficina de Urbina, hacia el oscuro barro que el vendaval de agua, había formado en el patio.

Nosotros, alertados por los gritos de la trifulca, nos acercamos de manera silente y sigilosa, para poder ver lo que pasaba. Fue ahí cuando fuimos testigos de las vueltas que da esta vida. Entre la condensación acumulada en los fríos vidrios de aquel invierno crudo, vimos a Urbina en cuatro patas tratando de recoger sus documentos y de paso su orgullo, mientras la mujer fuerte del colegio lo injuriaba a chuchada limpia.

Los que fuimos espectadores de esa escena, pudimos sentir entonces un extraño sentimiento, algo que a esa tierna edad aún no conocíamos. Era la satisfacción de la revancha, esa que por nuestra poca edad y estatura no éramos capaces de obtener por nuestros propios medios.

Poco tiempo después nuestro querido inspector se fue, con lo cual el ambiente mejoró notablemente, y como, las personas pasan y las instituciones quedan, en un par de meses nadie recordaba a aquel oscuro personaje de 1986.

Hace algunos años, uno de mis ex compañeros me contó que había vuelto a ver a Urbina, el cual ahora manejaba un colectivo. Según él, físicamente seguía muy parecido, pues usaba el mismo peinado a la gomina hacia atrás, con ese bigote delgado tan común en los agentes de terror de hace 30 años. Mi compañero me contó con un poco de vergüenza, que no pudo aguantar las ganas de hacer sentir a este tipo por lo menos algo, de lo que él le hizo pasar cuando era niño, así cuando pudo alcanzarlo en un semáforo en rojo, le tocó la bocina los 45 segundos que duraba la luz.

Mi amigo me dijo que Urbina no entendía nada, que estaba desesperado, por lo que bajó de su colectivo a insultarlo. Cuando nuestro antiguo inspector llegó a la ventanilla de mi ex compañero, le reclamó que lo denunciaría, que no sabía con quien se estaba metiendo, que tendría que pagar los gastos médicos por el zumbido que ahora tenía en sus oídos. Fue ahí cuando mi amigo cerró su círculo, con ese ruido espantoso en los tímpanos de nuestro querido inspector Urbina, el mismo zumbido que quedaba cuando una puerta del metro se cerraba sobre tu cabeza.

El Especialista

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Yo amo Calama.

Pueden decir lo que quieran; que es una ciudad fea, chica, seca, llena de polvo, perros y putas, pero para mí, Calama es un lugar mágico en medio de la nada, donde pueden pasar las cosas más inesperadas.

Corría el 2004 y luego de mi voluntario éxodo desde la ciudad jardín, aquel lugar de la segunda región, fue la primera estación de mi incipiente periplo nortino. Pronto supe que aquella tierra de sol y cobre como se hace llamar, era cosa brava, pues a las conocidas características climáticas (intenso calor durante el día y helados vientos en la noche), se sumaba lo que rápidamente bauticé como el “beso calameño”, que no es otra cosa que las llagas con sangre que a uno le salen en los labios durante los primeros días de estancia en la localidad, las cuales son producidas por la intensa sequedad del aire, propia de los 2400 metros de altura a la que se encuentra la ciudad.

Después de trabajar como jornal en una empresa contratista para codelco, estuve un par de meses buscando un nuevo empleo. Fueron largas caminatas repartiendo “curriculum”, a lo largo del largo y seco barrio industrial que queda camino al pueblo de Chiu Chiu. Estas peregrinaciones diarias, fueron insertándome poco a poco en el rubro industrial de la zona, donde obviamente la actividad minera era la niña bonita de empleabilidad.

En estas jornadas de búsqueda de pega “a pata” en pleno desierto de Atacama, conocí gente de todo tipo y de todas partes de Chile. Por aquellos años había un “boom” de trabajo, debido en gran parte a que toda la gente que antiguamente vivía en Chuquicamata debía mudarse a Calama, pues el avance de la extracción de cobre arrasaría con todo, incluso con el antiguo campamento minero. Por este motivo se construyeron casas para cerca de 10 mil personas, tarea que necesitaba de una gran cantidad de mano de obra, y si era sureña y barata, mejor.

En una de las tantas “conversas” que entablé con la gente que encontraba en el camino, uno de estos tipos, “el choche” que era de Angol, me dio el dato de una posibilidad laboral totalmente ajena al rubro minero (lo cual me llamó poderosamente la atención). La oportunidad estaba en un pub del centro de la ciudad, en el cual estaban necesitando gente. Como yo no había tenido éxito por esos días en la búsqueda de empleo, me fui directo al local para probar suerte.

El lugar se llamaba “La Fogata”, y efectivamente estuvieron buscando gente, pero lamentablemente había llegado tarde y ya estaban completos los cupos disponibles. Como no tenía que más hacer ahí, luego de hablar con el encargado y cuando enfilaba hacia la salida del local, un tipo me llamó (era el dueño del local) y preguntó si quería trabajar de copero.

-Cuánto pagan-  pregunté.

4 lucas la noche y el fin de semana 5, sé que es poca plata –me dijo-, pero tampoco vai a hacer operaciones al cerebro, vai a lavar vasos. Como no tenía ni un peso en el bolsillo a esa altura del mes, acepté y desde ese momento me convertí en el flamante lava copas del mejor local de Calama.

Luego de dos meses y con la ayuda de los garzones del local que me enseñaron a hacer tragos, ya era el barman oficial del “Fogata”. A mi haber, tenía una carta de 45 preparaciones, las cuales manejaba de memoria y a la perfección, con el plus de no necesitar medidas para calcular la cantidad de ingredientes a utilizar en los brebajes. Este meteórico ascenso en el rubro de los copetes, llamó tanto la atención del dueño, que no se le ocurrió mejor idea que llamar a un amigo que trabajaba en un local de televisión local, para que fuera a registrar mis destrezas tras la barra y de paso hacer publicidad al local.

El canal de televisión en cuestión, era una señal local de VTR, que tenía un programa llamado “Los Especialistas”, el cual era un programa clase B, donde entrevistaban a tipos que realizaran oficios comunes y corrientes. Como el sol siempre brilla en la TV, estos registros audiovisuales dejaban la sensación de que, efectivamente cada uno de nosotros podía tener sus 15 minutos de fama, como lo hubiera pronosticado el finado Andy Warhol.

Luego de las negociaciones de rigor, las cuales incluían un aumento de 1 luca a mi remuneración diaria, el día de la entrevista llegó.

Al local un camarógrafo con equipos y luces, una maquilladora y una presentadora muy famosa en la ciudad. La entrevista se realizó un par de horas antes de la apertura del lugar, por lo cual sólo estaba el dueño, los garzones y garzonas, el cocinero y cajera, como los únicos espectadores de tan extraño acontecimiento.

Estaba nervioso, pues no todos los días uno tenía la posibilidad de comenzar una carrera como estrella de televisión. Preparé todo: coctelera, licores, limones de pica, frutas, accesorios y por su puesto la mejor pinta que hubiera podido tener para mis entonces 27 años.

La entrevista fluyó bien; hubo humor, anécdotas, aclaraciones técnicas del oficio y uno que otro guiño a gustos musicales. Todo iba bien hasta que, para cerrar el programa la entrevistadora me pidió si podía hacer acrobacias con alguna botella -como en la película cóctel- dijo. Como yo sólo sabía hacer tragos, no encontré nada mejor que darle una muestra de diplomacia Neandertal:

-Disculpa, yo hago tragos, no soy malabarista.-

La entrevista terminó con una cordial sonrisa.

A pesar del aparente desastre final, fui felicitado por todos los trabajadores del local, lo que demostraba que a esa altura de la tarde ya estaban todos medio borrachos. El programa se emitió de manera puntual una semana después, tal como dijo la entrevistadora. Ese día todo el personal del “Fogata” me acompañó para ver mi performance televisiva, la cual salió justo a las 21:30 horas en el segundo bloque del programa, luego de la entrevista a “Juana La Carnicera”, una mujer que trabajaba en el Supermercado Korlaet, y a la cual sus compañeros siempre le decían que era muy buena pa’ la carne.